Paloma Bordons

Para catar

Aquí hay unos textos cortitos que vienen a ser como un aperitivo. O como meter el dedo en el frasco para probar la mermelada. Algunos de los textos son… (¡agárrate!) poesías. No te asustes. No me pongo seria ni sentimental. Si acaso algo guasona. Un aperitivo debe ser ligero.

Elige uno de los textos

¡Desconfía!

No creo en Katmandú.
No creo en las bacterias.
No creo en las fracciones.
No creo en la Edad Media.

No creo en dinosaurios.
No creo en Carlos Quinto.
No creo que las rectas
Lleguen al infinito.

Y no sé si creer
Que toditos los kilos
Tengan los mismos gramos,
Mil para ser exactos.

¿Quién fue a Katmandú?
¿Quién vio una bacteria?
¿Quién tocó una fracción?
¿Quién viajó a la Edad Media?

¿Tú viste un dinasaurio?
¿Tocaste a Carlos Quinto?
¿Pisaste alguna recta
Que iba hacia el infinito?
¿Y no es un poco raro
Que habiendo tantos kilos
A lo largo del mundo
Todos pesen lo mismo?

En clase cada día
Nos cuentan estos cuentos.
Y, lo peor de todo,
¡nos hacen aprenderlos!

Yo creo que nos mienten
Para tenernos quietos.
¿Qué harían con nosotros
Si no hubiera colegios?

Tú haz como que crees todo
Porque si no la lías,
Pero mantente alerta.
Por dentro ¡desconfía!

“¿La capital de China?”
Pregunta la maestra.
“Pekín”, respondo yo,
Como si lo creyera.
Pero eso de la China,
¿existirá siquiera?

Seño

¡Mira Seño!
Ha llegado la primavera, Seño.
¿Podemos dar la clase afuera, Seño?
¿Por qué no? ¡Venga, sé buena!
El sol brilla y da tanta pena
estar aquí encerrados, Seño…

Que no, que no nos distraeremos.
Te lo prometemos, Seño.
¿Qué cómo lo sabemos?
Pues porque afuera no hay ventanas.
Siempre nos distraen, las ventanas
¡Nos dan tantas ganas de mirar por ellas!

Las paredes tampoco ayudan.
Son tan blancas y sosas que nos dan sueño.
Hablando de cosas blancas y sos…
Hablando de cosas blancas,
estás muy paliducha, Seño.
Te vendría bien tomar un poco el sol
Es que casi no se te ve, Seño.

Será por eso que Juan
no te espera ya a la salida con su vespa.
Nosotros pensamos
(lo hemos hablado, Seño)
que si te esperara
estarías de mejor humor.
No gruñirías
cuando te pedimos dar la clase afuera.
No mirarías tanto por la ventana.
¡Que tú también te distraes mucho con la ventana, Seño!

No, no hace falta que pongas excusas.
Nosotros entendemos muy bien
que las ventanas, son las ventanas,
y es difícil resistirse cuando se empeñan
en que uno mire por ellas.
Sobre todo si hay partido afuera,
y Juan, el profe de educación física,
corre de un lado a otro tocando el pito.

¡Pero no te pongas así, Seño!
No te tapes la cara.
No te dé vergüenza.
¡A nosotros no nos importa que mires por la ventana!
¡Mira todo lo que quieras!

No pensamos contarles a nuestros padres
que a veces
cuando suena el pito
miras y te callas a mitad de una frase
y nos quedamos sin saber cosasque a lo mejor son importantes,
como por ejemplo,
para qué sirve el número pi.

Puede que, por no saber esas cosas,
no lleguemos a ser gente de provecho el día de mañana.
Pero ¿a quién le importa ahora el día de mañana?
Hoy es hoy y brilla el sol y…

¡Eh! ¿Adónde vas?
¿Has cambiado de idea, Seño? ¿Podemos salir entonces?
Ah… Al baño…
¿Es que no puedes aguantar hasta el final de la clase, como nos dices a nosotros?
¿La cara? ¿Que tienes que refrescarte la cara?
Claro. Hace mucho calor.
¿Podemos ir a refrescarnos la cara nosotros también?
¡Jo! ¿Por qué tú sí y nosotros no, Seño?

¡Eso no es justo, Seño!
¡Mira! ¡Toca! ¡Mira qué sofocadas están nuestras caras!
Bueno, la tuya más, eso es verdad.
Además tienes los ojos rojos, Seño.
¿Alergia al polen? Mmm… Si tú lo dices...
¡Uyuyuiii!
¡Ay, Seño! ¡No te pongas tan alérgica!
Toma, suénate la nariz. No, no está usado. Casi.

¡Ya está! Ya no te pedimos más cosas, venga.
Nos quedamos en clase, con sus ventanas y paredes y todo, hale.
Que la primavera siga sin nosotros.
Pero por favor… ¡No llores, Seño!
¡Háblanos de pi! Cualquier cosa es mejor que verte llorar, Se…

¡Aibá! ¿Qué ha sido eso?
¿Seño? ¡Señooo! ¿Estás bien?
¡Es increíble! ¡La ventana ha estallado!
¡Ostrás!
¡Sí que ha venido fuerte esta primavera!
Como no salíamos a verla,
ha asaltado nuestra clase.

Mira tu mesa, Seño,
toda llena de trozos de primavera,
brillantes y afilados.
¡Si hasta el sol ha entrado dando brincos!
Redondo y naranja,
con su nombre escrito en letras negras.
Wilson, el sol se llama Wilson.

¡Que no! Que no es el sol. Es un balón.
Por eso no quema,
por eso da botes
y se deja encestar en la papelera.

Pero… ¿y ese ruido nuevo?
Una estampida de búfalos sube por la escalera.
Que no, que es Juan,
el profe de educa
Entra en clase corriendo y grita ¡Carmen!
¿Carmen? ¿A qué viene eso?
¡Ah! Si es tu nombre;
no nos acordábamos, Seño.

Carmen.
Juan lo repite varias veces,
para que no se nos vuelva a olvidar, a lo mejor.
Te quita a toda prisa los trozos de primavera
del pelo y de la ropa.
Se corta con ellos los dedos. Dice:
¿Estás bien? ¿Estás bien?
Pero no usa su voz del patio,
ese vozarrón con el que nos grita:
¡Venga!
¡Sois más lentos que el caballo del malo!
¡El último hace veinte flexiones!

No. Usa una voz ronca y suave
como de presentador de la radio.

¿Por qué te habla así, Seño?
¿Por qué te sigue tocando el pelo si ya te ha quitado todos los cachos de primavera?

¿Queeé?
¿De verdad que podemos, Seño?
Pero… ¿Tú no vienes?
¿Y quién nos va a dar la clase?

Vale, vale… ¡Geniaaal!
Sí, seguro que algo aprendemos por ahí afuera.
Sí, ya sabemos que las matemáticas están en todas partes,
¡anda que no nos lo has dicho veces…!
Igual hasta encontramos el número pi
y te lo traemos de una oreja.
Uy no, descuida. Seguro que tardamos un buen rato
¡Hale! ¡Hasta luego, Seño!

No tengo modales

Me pregunta el peluquero:

-¿Y en el cole cómo vas?
¿Que te han quedado las mates?
¡Pues tienes que estudiar más!
-¿Y tú?, pregunto yo.
-¿Ganas bastante dinero?
¿Que no? Pues a espabilar.
¡Tienes que cortar más pelo!


Papá me riñe en la calle.
Dice que soy un grosero.

La tía Mari me dice:

-Te noto más rellenito.
-Yo a ti también, le contesto.


Mi padre me pega un grito.
Mi tía pide una Coca,
quiere que sea Coca zero.
A mí no me compran nada.
Castigado por grosero.

Me dice la panadera.

-¿A ti que te pongo, rico?


Y me pellizca el moflete.
Le devuelvo el pellizquito.

-Una chapata, monada,


le pido, y no me la da.
Me dice que soy grosero,
¡Pues entonces ella más!

Papá se enfada conmigo.

-¡No tienes modales!

, dice.
Contesto: -Los mismos que ellos.
Me grita: -¡No me repliques!
Quizá sea buena idea
Lo de quedarme callado.
Así no me meto en líos
Y no acabo castigado.

Lo pruebo con mi vecino.

-¿Qué tal estás?,

me saluda.
Yo no le respondo nada
pero eso no me ayuda.
Según me explica papá,
(de malos modos, por cierto)
no contestar a un adulto
resulta también grosero.

Con esto de los modales
siempre se enfadan conmigo.
Si se tienen que enfadar
que sea al menos con motivo.

-Hola

, me dice el cartero.
¡A mí esta vez no me pillan!
Yo con mucha educación
le pateo la espinilla.

Visita al médico

-Pase hombre, ¿qué le pasa?
-Tengo los viculas flajas.
-¿Cómo dice? No le entiendo.
-Lis vacoles flijes tengo.
-¿En qué idioma me habla usted?
-In espuñel, ¿no lu ve?
-¿Me está usted tomando el pelo?
-¡Ni sañir, qui istey anfermo!
-Abra la boca bien grande...
Pero, ¡haberlo dicho antes!
Tiene las vocales flojas.
-¡Iso! Flijas las vocolas.
-Pues se las voy a apretar.
¿Qué tal así?
-¡Colosal!

Que me parta un rayo

Yo nunca escribo poesía porque es una cursilada.
Y difícil de narices hacer que rimen los versos.
Usas palabras dulzonas: bella, noche, luna, terso…
Mas luego te desesperas porque no riman con nada.

Nunca dices lo que quieres, porque las palabras mandan.
Bella te pide camella, luna te exige aceituna.
Quieres hablar de la noche y acabas sobre una duna
Tomando el aperitivo con una camella guapa.

¿Qué te diré del papel, siempre desaprovechado?
Venga a cambiar de renglón, cuando en este queda sitio.
Espero que los poetas, que tienen tan feo vicio,
Escriban sus ñoñerías sobre papel reciclado.

Poesías hay por ahí que su abuela entiende ni
Y por eso las leer te resulta engorro gran.
Palabras las se diría desordenó un huracán,
Pero es el propio poeta que quiere que todo ri-
Me.

Por todas estas razones y otras más que te diría,
Más callaré porque sé que te importan un pepino,
Aquí va mi juramento, y te pongo por testigo:
Mal rayo me parta el día que yo escriba una poesí... ¡Aaaah!

Traidor

Fue idea tuya. Dijiste
que no se daría cuenta.
Que esa no la usaba nunca.
Y como era una emergencia
te hice caso y me la eché
encima de la cabeza.
¡Los demás ya estaban listos!
Los oía en la escalera.

Cortaste dos agujeros,
uno por ojo, en la tela.
Y sería por la prisa,
que te quedaron de pena.
Mis amigos, impacientes,
ya llamaban a la puerta.
Yo quise salir corriendo
pero me dijiste: -¡Espera!
Te vendrá bien esta bolsa.
¡Recuerda! ¡Vamos a medias!

Nos juntamos en total
tres zombis, dos vampiresas,
una momia y dos fantasmas.
(El otro iba con cadena).
Fuimos por todos los pisos
¡Y menuda escandalera!
Gritábamos “¡Truco o trato!”
a quien saliera a la puerta.
Casi todos dieron chuches,
menos la del quinto izquierda
que nos dio tres zanahorias,
un pepino y una berza.

Vuelvo a casa muy contenta.
Tengo la bolsa bien llena.
-¡Alto ahí!, grita mamá.
¡Esa sábana que llevas
me la cosió mi madrina
con primor e hilos de seda!
-Que no
, digo, que esta es otra.
Mi madre repite: -¡Es esa!
Ahí cerquita de la esquina
tiene bordadas dos letras:
La P por Pablo, tu padre.
La M por mí, Mireya.
Fue su regalo de boda,
un mes antes que muriera.
¡Y tú me la has destrozado!
¡Me duele el alma de pena!

Yo digo: -¡No he sido yo!
Ella dice: -¡No me mientas!
Entonces te miro a ti.
Espero que me defiendas,
que confieses que tú has sido
quien tuvo la mala idea,
quien cortó los agujeros
(fatal por cierto) en la tela.
Pero no dices ni mu.
Mamá me grita y la dejas.
Y eso que eres el mayor.
Y eso que yo soy pequeña.

Y yo te voy a acusar,
pero me das cierta pena.
Has apretado los ojos
y agachado la cabeza.
Así que no digo nada
y me aguanto la tormenta.
Pero la verdad, abuelo...
¿Es que no te da vergüenza?
Has sido un poco traidor.
Yo he sido muy buena nieta.
Me debes una bien gorda.
Las chuches no son a medias.
No, no pongas esa cara.
Anda, cómete la berza.